Directora: Arantxa Aguirre Año: 2016
Intérpretes: Largometraje documental

La música clásica es la pasión de muchas personas, el ballet lo es de otras tantas, pero si juntamos ambas artes, entonces nace esta preciosa película documental con al que su directora, Arantxa Aguirre, nos ha sorprendido gratamente.
Lo que vemos a lo largo del metraje (que al final se nos hace corto) es la preparación de la novena sinfonía de Beethoven a cargo del Béjart Ballet Lausanne y el Ballet de Tokio acompañados de la Orquesta Filarmónica de Israel dirigida por Zubin Mehta. Cuya representación final tuvo lugar en Tokio acompañada de una nutrida representación de artistas de diferentes continentes, culturas y etnias, en un homenaje a Maurice Béjart que, en 1964, hizo algo parecido en Bruselas.
Con el hilo conductor de Malya Roman, hija del actual director del Béjart Ballet de Lausanne, Gil Roman, asistimos a todos los ensayos, preparativos y puesta en escena de la inmortal obra de Beethoven. A través de entrevistas, declaraciones y opiniones de muchos de los implicados en esta impresionante obra, el espectador descubrirá los entresijos que viven, sufren, padecen y sueñan todos los involucrados en esta espectacular producción.
Filmada con la delicadeza de un ballet y la armoniosidad de una pieza de música, la directora nos sitúa en el centro de los ensayos como privilegiados invitados para ir descubriendo los avatares de las personas que intervienen en esta representación. Las penas, alegrías, sudores y lágrimas, sobre todo de los bailarines, se desgranan ante nosotros para ir conociendo a los distintos componentes de esta producción multicultural que deja una inmensa alegría, palabra que aparece en muchas ocasiones a lo largo del metraje, en quien acaba de ver esta producción.
Un canto a la esperanza, con una armonía y belleza que sobrevuela por cada plano del film, lo que vemos nos toca lo más profundo del corazón para deleite de dos de nuestros sentidos (vista y oído), ya que como dice uno los protagonistas de la película y que define perfectamente la unión entre la novena de Beethoven y el Béjart Ballet Lausanne: “En este ballet se podría decir que vemos la música que el compositor no podía oír”.


