Director: Alberto Morais Año: 2016
Intérpretes: Laia Marull, Nieve de Medina, Javier Mendo, Ovidiu Crisan, Alex Stanciu

La desprotección del menor, por desgracia más corriente de lo que quisiéramos, está abordada en esta película de Alberto Morais de manera clara, realista y dura. Miguel es un chico de 14 años al que los Servicios Sociales pretender tutelar ya que la madre es incapaz de ocuparse de él por no tener trabajo, ni seguridad económica, atisbándose que tampoco tiene estabilidad emocional.
El joven, mientras va al instituto, trapichea como puede para llevar algo de dinero a casa, al tiempo que intenta sacar el curso, con tal de no volver al hogar de acogida. Cuando los trabajadores sociales intentan tutelarle, huye a una localidad cercana donde vive un antiguo amante de la madre para alejarse de un destino que parece escrito para él.
Con trazo firme y, a veces, duras imágenes el director hace un repaso por la vida de un joven que ha vivido, casi siempre con dolor, una corta vida (por su edad) llena de frustración, amargura y falta de cariño. La falta de afectividad de la madre, que parece que no quiere o no puede salir de su situación, marca al protagonista obligándole a tomar las riendas de esa relación materno filial en la que él parece que es el cabeza de familia para, como tal, intentar solucionar los problemas.
Interpretaciones realistas las de Laia Marull y Nieve de Medina, pero sobre todo la de Javier Mendo, un joven actor que proviene de la televisión (al que pudimos descubrir en la serie “Los protegidos”), que debuta en el cine con este largometraje. Él sólo mantiene la tensión, lleva el peso de la trama y ofrece al espectador esa angustia oculta que tienen aquellas personas que, por diferentes circunstancias, han sufrido muchos reveses en sus vidas. Sus ojos, denotan la tristeza constante en que vive, su mirada profunda induce a quien ve la película a tenerle simpatía y empatizar con él, pese a que todos intuimos que la lucha que entabla contra su destino parece que la tiene perdida de antemano. Vista la película, bien podía llevar por título “El hijo”, pues llena la pantalla con su humanidad, su lucha y su afán de no volver al hogar de acogida.
Película que ofrece una visión realista de un problema, las familias desestructuradas, que afecta a más casas de las que debería ser. Con momentos emotivos que encogen el corazón del espectador, pero con un trasfondo de esperanza y de ilusión de un chico que intenta luchar con todas sus fuerzas para salir del pozo en que parece que ha caído.


