Director: Imanol Uribe Año: 2015
Intérpretes: Eduard Fernández, Elena Anaya, José Luis García Pérez, Nacho Mateos, Juan Motilla, Teresa Arboli, Olivia del Cán, Verónika Moral

Indagar en el interior de las personas no es fácil, puede resultar difícil presentar al espectador unos sentimientos que afloran en la vida cotidiana como si fueran capas de una hipotética cebolla que envuelve al personaje. Aquí, Imanol Uribe nos va quitando esas cubiertas que no dejan salir al exterior las emociones de los protagonistas, descubriendo ante nuestros ojos el verdadero interior de los dos principales personajes.
Santi (Eduard Fernández) sale de la cárcel y viaja al sur de España para visitar a Emilio (Nacho Mateos), un antiguo compañero de celda. La casualidad hace que tropiece con Marina (Elena Anaya), la doctora que atiende a su amigo, con quien Santi tuvo un encuentro terrible hace muchos años y que ha marcado desde entonces la vida de ambos. Este reencuentro les hará enfrentarse a su pasado.
Estamos ante una película dura, valiente, que incide en un tema que el director ha tocado en otras ocasiones: el conflicto que surgió en el País Vasco hace años con ETA y que marcó una época en nuestra historia reciente. Con este título, Imanol Uribe parece que quiere cerrar la trilogía sobre la problemática vasca que comenzó con La muerte de Mikel y continuó con Días contados.
Asistimos al cambio radical de las vidas de la doctora y del etarra cuando por azares del destino se encuentran en esa zona de España donde el mar, la soledad y los sentimientos son los que dominan cualquier situación. El mar porque con su sonido pone música a las secuencias que se desarrollan en las playas desiertas; la soledad porque inunda los muchos momentos que ambos personajes se encuentran por diferentes motivos y los sentimientos porque acompañan en cada acción que se muestra ante nuestros ojos.
La lucha interior que tiene Marina, entre lo que desea, lo que siente y lo que debe hacer está perfectamente reflejada en las escenas que transcurren en su propia casa, en su lugar de trabajo y en la casa de la playa donde ve a Santi. Por su parte, Santi pasa de no entender nada a ser el punto de mira de Marina y otros habitantes del pueblo, llegando a encontrarse en una encrucijada de la que no sabe cómo va a salir.
Ambos protagonistas, Eduard Fernández y Elena Anaya, están muy intensos en sus atormentados personajes. La no existencia de banda sonora, sólo hay una canción en la mitad de la película y otra de Javier Ruibal en los títulos de crédito finales, no se nota para nada, pues los silencios “suenan” como un trueno, las palabras (no muchas en ciertas ocasiones) ocupan el lugar que cualquier otra música distraería la atención del espectador y la fotografía, sobria, da el toque íntimo a una historia que a muchos espectadores les resultará difícil de ver.
Película inquietante, profunda, en la que los deseos opuestos (amor/odio) sobrevuelan por todo el metraje y donde el mensaje que desprende, siempre estará en relación con el estado de ánimo del espectador que la ve. Ya que, como dijo el director en la entrevista que le hice en Onda Cero Madrid Norte, hablando de Lejos del mar, quien vaya a verla tiene que ir sin prejuicios.


